Publicado en Perú 21
La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos homenajeó a la Congregación Maryknoll por sus 65 años de labor en el Perú, especialmente en Puno. Conversamos con Tomás Burns, padre Maryknoll que trabaja en Pamplona desde el 74, quien nos cuenta que la congregación deberá salir de Juli.
Entrevista: José Gabriel Chueca
«Mi papá era alcohólico. Una de las cosas que más me molestaba era tener que ir a sacarlo de la cantina y llevarlo a casa zampado. Un día estaba en eso, yo tenía 11 años, y pasamos delante de la iglesia, a la cual él nunca iba. Mi papá me puso la mano en el hombro y me dijo: ‘Hijo, hoy dejo de tomar’. Entró a la iglesia, se confesó y, con sus lisuras, me dijo: ‘Qué buen cura, me hacía falta eso’. Años después, llegó una carta a mi casa preguntando si yo quería ser misionero. Y pensé que si no lo hacía entonces, no lo hacía nunca», recuerda.
-Usted pertenece a los sacerdotes Maryknoll. ¿Por qué les dicen así?
-Nuestro nombre es Sociedad Católica Misionera de América en el Extranjero. Pero, cuando se fundó la congregación, en 1911, en Nueva York, quedaba cerca de un sitio que los lugareños llamaban colina de María. En inglés, Mary’s Knoll.
-¿Cuándo llegó usted al Perú?
-Fui destacado a Juli en el 70. Mi primera asignatura fue ser párroco de la Catedral de Juli. ¡Era un mocoso de 27 años! Pero estuve poco tiempo, porque me enfermé gravemente. Ya en el 74 me quedé en Lima, en Pamplona, Ciudad de Dios, en San Juan de Miraflores.
-Pamplona padeció mucha violencia.
-En el 76 yo había sido nombrado coordinador de justicia y paz de los padres Maryknoll en el Perú. Yo estaba en la onda del cambio de la Iglesia después del Concilio Vaticano II. Cuando se produjo el Paro Nacional, que había sido declarado ilegal por el Ministerio del Interior, sabíamos que algo iba a pasar. Y hubo una batalla campal a tres cuadras de la parroquia. Yo convoqué a la gente para hacer la Comisión de Acción Solidaria. Nos propusimos saber la verdad de los hechos, saber quiénes eran detenidos y mandar a alguien a la comisaría para ver qué hacían con ellos, y ofrecer atención médica. Después del paro, hubo cinco mil dirigentes sindicales despedidos. Ahí comenzaron las ollas comunes.
-En Pamplona actuó Sendero Luminoso. ¿Usted fue amenazado?
-Siempre se vivía con ese miedo, más cuando empezaron a matar sacerdotes en el norte. Un día fui a una pollada para ayudar a un dirigente y me encontré con su hijo. Él me presentó diciendo que yo era una excelente persona y dijo: “Tomás dice las cosas como son y sabe las consecuencias de eso”. Al final, me dijo: “Yo soy de Sendero”. Y yo supe que estaba advertido. Le habían robado el alma. Era un buen muchacho. Nosotros queríamos que el pueblo se organizara contra la muerte lenta –por eso apoyamos a organizaciones, como comedores populares– y contra la muerte violenta –para eso invocamos el respeto a toda la vida–.
-La congregación Maryknoll, en Puno, también enfrentó a Sendero.
-Nosotros llegamos para aprender de las personas y convivir con ellas; ese es el espíritu misionero. Sendero pensaba que atacar a la Iglesia iba a funcionar. Lo hicieron en el 81, pero una marcha en Juli, que convocó a gente de todo el sur andino, unas 7 mil personas, casi todos campesinos, les dijo que no. La marcha tenía el lema “Somos Iglesia”. Era un mensaje para ellos. Santo remedio.
-La presencia Maryknoll en Juli termina este año. ¿Por qué?
-Como congregación, firmamos un contrato con el obispo. Cada cierto tiempo, el obispo lo renueva o no. Ahora, el obispo de Juli, José María Ortega, no está de acuerdo con nuestra línea pastoral. Y también desautorizó la vicaría de solidaridad en la prelatura de Juli.
-¿Por qué? Las vicarías defendieron los derechos humanos. En Puno casi no hubo víctimas por acción del Estado.
-Dice que no estaba reconocida oficialmente. Pero, antes, ningún obispo de Juli la desautorizó. Lo lamento porque los misioneros Maryknoll no quieren irse de ahí. Tienen un promedio de 40 años en zona aymara. Son abuelos. El menor tendrá 60 años, y los otros tres tienen más de 70. Ese es su terruño.
-¿De qué orden es el obispo de Juli?
-De la Sociedad de la Santa Cruz, un grupo asociado con el Opus Dei. En la Iglesia, igual que en la sociedad, siempre hay tensiones. La idea es que se pueda trabajar juntos a pesar de ellas. Pero el diálogo no ha llegado a nada.
-¿Y qué dice la gente?
-La Federación Campesina de Puno ha reconocido nuestra labor y nuestro respeto por la cultura aymara. Y los misioneros quieren quedarse. El obispo de Puno los ha invitado a quedarse allá. Están pensándolo. Ojalá que puedan quedarse y no se pierda su experiencia.
http://peru21.pe/impresa/noticia/puno-reconoce-nuestro-respeto-cultura-aymara/2008-12-25/233956