Por Germán Vargas Farías
Lleva apenas una semana como presidente de los Estados Unidos y ya ha cumplido más promesas que Alan García en dos años y medio gobernando el Perú. Y como corresponde cuando se trata de una persona que se define demócrata y que además no la debe ni la teme, lo primero es empezar por la gente y sus derechos. Barack Obama, en su primer día en la Casa Blanca se ha ocupado de asuntos de derechos humanos. Lo que faltaba, un presidente negro y caviar.
Si la gastronomía peruana sigue abriendo mercados en varios países del mundo gracias a la tenacidad de Gastón Acurio y otros cocineros y empresarios más, ésta puede ser la oportunidad para la internacionalización de La Razón, Expreso y todos aquellos columnistas y “líderes de opinión” que sostienen con necedad sempiterna que los derechos humanos son asuntos de caviares.
A lo que me refiero es que los medios indicados, así como tantos impresentables que se agitan por allí, podrían dejar de dedicar su atención a Sofia Macher, Pancho Soberón, Ernesto de la Jara, entre otros, y dando un salto geográfico cualitativo tomar como “punto” a Obama. Si Laura Bozzo pudo llevar basura made in Perú a otras latitudes y ser reconocida y bien pagada por eso, lo mismo podría hacer Aldo Mariátegui. ¿Qué tiene la Bozzo que no tenga Aldo?
Lo que ha hecho Obama una vez frente al escritorio de madera del salón oval debe haber fastidiado a Lourdes Alcorta, ¿por qué ese negro se preocupa de los prisioneros de Guantánamo y no de los militares que les vigilan?, se preguntará. Y no tardará, ese personaje que se hace llamar Andrés Bedoya Ugarteche pero que no es más que el esperpento que Pier Paolo Pasolini no se atrevió a retratar en la película Saló o los 120 días de Sodoma (porque ya habría sido demasiado), en vomitar algo tan profundo como que la evidencia de que Obama tiene una clara ideología a favor del terrorismo, es su interés por las torturas a los presos en las cárceles de Bagram (Afganistán), Abu Ghraib (Iraq) y la misma Guantánamo (Cuba).
Parar las políticas abusivas de la administración Bush no será fácil para Obama, pero hay esperanza en que mantenga y persista en la intención. Ha rechazado el nuevo presidente en su discurso inaugural como falso que haya que elegir entre “nuestra seguridad y nuestros ideales”, y ha recordado a los Padres Fundadores (que) “enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, elaboraron una carta que garantizase el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha perfeccionado con la sangre de generaciones”.
Es decir, antes de Obama hubo otros caviares en la política estadounidense. “Tropilla de progres”, “personajes que la historia debe olvidar por siempre” diría el rancio y racista columnista de Correo. Pero lo que se debería olvidar por siempre es el expediente cínico de denigrar la defensa de la vida y la libertad, y el recurso de descalificar a los defensores de los derechos humanos apelando al miedo y la sinrazón.
Si Barack Obama insiste en la defensa de los derechos humanos y se da cuenta que dando el ejemplo logrará deshacer el terrible daño que ha causado Bush a su país, dará un enorme paso para cumplir el sueño de Martín Luther King y de la gran mayoría de sus compatriotas. ¿El sueño caviar? No. El sueño de los dignos.