Por Rosa María Mujica
Ha partido Marisabel, y hoy queremos darle las gracias por su vida entera, por su testimonio y ejemplo de mujer luchadora, de religiosa del Sagrado Corazón que hizo carne esa frase de la Conferencia de Obispos de Santo Domingo “Los derechos humanos, son los derechos de Dios”.
Marisabel hizo de la defensa de los derechos humanos una pasión y un sentido de vida. Ella, como lo manda el Evangelio, veía en cada ser humano, por más pequeño que fuera, al Dios vivo. No hay manera de pensar en ella sin recordar a Mt 25 … “porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve preso y me visitaste” La lucha por la dignidad de los seres humanos, por el respeto a sus derechos, la llevó a enfrentarse con quien fuera necesario, sin miedo, con coraje, fuerza y valentía, pero siempre con una sonrisa encantadora y con unos ojos brillantes a los que nadie se resistía. Fue una mujer que vivió, con sencillez, esa convicción de que “todos somos iguales en dignidad y en derechos”, trataba de la misma manera al rico y al pobre, al campesino y al abogado, al obispo y al más pequeño.
Marisabel era miembro del Consejo Directivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos como responsable de la Vicaría de Solidaridad de Jaén, y fui testigo privilegiado de cómo siempre tenía una opinión y una posición clara sobre las cosas. Sus preguntas, sus cuestionamientos, sus desafíos, nos interpelaban, porque nos exigían coherencia y valentía, nos impedía las medias tintas, nos obligaban a actuar siempre a favor de los que más sufren, siempre del lado de la justicia, aun en los momentos más difíciles de la vida política nacional, cuando las bombas, las amenazas y el terror nos rodeaban.
Tuvimos, también, el privilegio de compartir con ella el sueño de construir y reconstruir la Red Peruana de Educación en Derechos Humanos. Hace casi un año, cuando la invitamos a volvernos a reunir para repensar la Red, para volver a juntarnos después de varios años, ella respondió en una carta, que guardo con cariño, de la que transcribo “Siento, también, y soy consciente, de que sólo con el esfuerzo de los que creemos en el trabajo juntos, es posible sacar adelante lo que nos proponemos. Este certeza es la que me impulsa a decir que ACEPTO EL RETO de reactivar nuestra Red, quiero pensar que vale la pena hacer un nuevo intento, sobre todo viendo la situación del país que parece volver atrás en muchos aspectos de derechos humanos y la necesidad de fortalecernos unos a otros sabiendo que no estamos solos, somos muchos los que confiamos y tenemos fe en qué se podemos seguir trabajando por el cambio que beneficie a los que más sufren y donde todas y todos tengamos las mismas oportunidades. Cuenten conmigo, queridos amigos, trabajaremos hombro a hombro por nuestra Red que debe seguir viva.”
Marisabel creía en el trabajo conjunto, se oponía a los personalismos, apostaba por crear redes, por unir, por juntar, por sumar.
Bertolt Brecht, famoso poeta alemán, decía “Hay personas que luchan un día y son buenas; hay otras que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenas; pero hay las que luchan toda la vida, esas son las imprescindibles”. Marisabel fue de las imprescindibles. Luchó siempre, aun cuando ya se sentía mal, aun a costa de su propia salud.
Cuando recibí la noticia de su pronta partida, en medio de una comunidad campesina a 4300 mts de altura, estábamos rezando por un milagro, y con rebeldía nos preguntamos ¿por qué?, ¿por qué se va una mujer tan valiosa? ¿por qué parten tan pronto personas claves?… sólo nos queda decir que los caminos de Dios son incomprensibles, que, tal vez, Marisabel necesitaba descansar, que, tal vez, la necesitaban en el cielo para que siga defendiendo a los más pequeños, o que, tal vez, ya era hora que su sonrisa y sus lindos ojos iluminaran el paraíso.
Marisabel no se va, se queda con nosotros, se queda en nuestros corazones y en la memoria de un pueblo que mucho la quiso y la respetó. Siempre la recordaremos con sus blue jeans y su casaca roja, subida en un caballo o a lomo de mula por esos caminos de Jaén y San Ignacio, siempre lista a ir allí donde fuera necesaria su presencia, siempre dispuesta a defender a los que no tienen a nadie que los defienda.
¡Gracias Marisabel por tu vida entregada, por tu fidelidad inquebrantable a la causa de los que más sufren!… gracias Señor, por habernos regalado su vida, su testimonio y su compromiso, por haberla puesto entre nosotros. Gracias a las Religiosas del Sagrado Corazón por haberle permitido seguir la voz de su conciencia, por habérnosla regalado al movimiento de los derechos humanos en el Perú, por haber permitido que sea semilla, profeta y anuncio de un mundo mejor para todos y todas.
Lima, 27 de Mayo 2009.