DISCURSO DE LA DOCTORA BEATRIZ MERINO, DEFENSORA DEL PUEBLO, CON OCASIÓN DE LA CEREMONIA DE COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA DEL LUGAR DE LA MEMORIA.
Miraflores, 4 de noviembre del 2010.
Señor Alan García Pérez, Presidente Constitucional de la República.
Señor Fernando de Szyszlo, Presidente de la Comisión Presidencial de Alto Nivel del Lugar de la Memoria.
Señor Dirk Niebel, Ministro de Cooperación y Desarrollo de la República Federal de Alemania.
Señor Martín Bustamante, Teniente Alcalde de Miraflores.
Señoras y señores.
Debo agradecer, en primer lugar, a Fernando de Szyszlo, Presidente de la Comisión Presidencial de Alto Nivel, por haberme invitado a ser la madrina de un acto tan significativo para el país como es la colocación de la primera piedra del Lugar de la Memoria.
Al aceptar este honroso encargo, considero oportuno compartir con ustedes –y con nuestra sociedad en su conjunto– algunas reflexiones sobre la importancia que el Lugar de la Memoria debe ocupar en nuestras vidas y en nuestra aspiración por alcanzar una sociedad verdaderamente reconciliada.
En primer término, el Lugar de la Memoria debe constituir un espacio de recuerdo y dignificación para las víctimas del período más trágico y doloroso de nuestra historia republicana, ocurrido en las décadas de los 80 y 90. Este esfuerzo inclusivo, que hemos saludado en distintas ocasiones, es fundamental para que jamás sea posible que una tragedia de esta envergadura se repita en nuestro país.
No olvidarnos de quienes murieron injustamente es un mandato moral que busca rescatar de las brumas del pasado los crímenes sin nombre, la soledad de los huérfanos o el triste y desesperado éxodo de los miles de desplazados. Como sucede tras los grandes naufragios, tomaremos los restos de las embarcaciones y daremos a nuestras vidas un nuevo curso y un nuevo sentido. El Lugar de la Memoria pondrá ante nuestros ojos una historia en la que todos reconoceremos nuestro dolor y nuestra esperanza.
Nada cambiará las circunstancias del pasado, pues la angustia y el desvelo de miles están allí tatuados como una marca de fuego. La memoria nos da la oportunidad de conferir un significado a los hechos, un significado que trascienda los datos de la historia y forje una nueva visión ética sobre la vida que los peruanos deseamos vivir. Tengo la convicción de que es en la memoria donde se incuba el futuro deseado.
Como lo he señalado en anteriores oportunidades, “un pueblo sin memoria es un pueblo sin destino. Un país que resuelva cerrar los ojos ante las tragedias de la guerra, el crimen inhumano, la desaparición de personas, la violencia contra las mujeres, el asesinato aleve y nocturno, la matanza de inocentes, será finalmente una sociedad incapaz de mirarse a sí misma y, por lo tanto, proclive a repetir las causas y los efectos de la violencia, la discriminación y la muerte”. En razón de ello, deseo invitar a ustedes a sumar nuestras voluntades para hacer de este lugar un espacio que enmiende los errores pasados y ofrezca a nuestras víctimas, y a sus familiares, la recuperación del respeto a su dignidad.
Como lo señaló nuestro Ilustre Premio Nobel de Literatura –y ex Presidente de la Comisión del Lugar de la Memoria– en el discurso que pronunció a propósito de la cesión de este terreno: “Ésta será la casa de todas las víctimas sin ninguna excepción, sin ningún prejuicio. Que ésta sea la casa de todos los peruanos de buena voluntad que quieren vivir en paz y sin miedo, respetados en sus diferencias, sus creencias y sus anhelos, dentro de la ley, la libertad y la tolerancia. De esta manera, el Lugar de la Memoria nos ayudará a alcanzar el verdadero desarrollo político y la prosperidad”.
Una segunda consideración que deseo resaltar en esta fecha tan simbólica está referida a la necesidad de comprender que el Lugar de la Memoria debe convertirse en un espacio que convoque a la reflexión, pero también en un sitio en el que afloren y se muestren nuestros miedos, nuestras contriciones y defectos. Este espacio de reflexión nos debe ayudar a reforzar nuestros valores, nuestras creencias y nuestras esperanzas. Si verdaderamente estamos unidos contra el odio, la discriminación, la intolerancia, el crimen y el autoritarismo –que se presenten bajo cualquier etiqueta o bandera ideológica– estaremos conminados a aprender, a corregir y a construir. Si hemos decidido preservar la memoria y mantener intactos los testimonios dramáticos y conmovedores de miles de peruanos es porque debemos contribuir a restañar las heridas, a recuperar la confianza y a encarar con responsabilidad el futuro.
Cuando está hecha de todas las voces, la memoria no divide, sino acerca a las personas. Nos obliga a escribir juntos el pasado y a expresar con franqueza −acaso incómoda y dolorosa− arrepentimientos y pesares con los que volvemos a atar nuestros destinos y el de nuestro pueblo.
Dar ese paso no debe hacer que sintamos temor. La piedra que hoy sembramos está hecha de amor y de perdón, el cimiento imprescindible de las grandes edificaciones. Como decía Martin Luther King, “da tu primer paso con fe, no es necesario que veas toda la escalera completa; solo da el primer paso”. Hoy es un nuevo día y estoy convencida de que estamos dando ese primer paso, y que las historias que recorran en breve los ambientes de este lugar irán reconciliándonos poco a poco. Tengo la esperanza de que el pasado no propicie más enfrentamientos. Tengo la esperanza de que el rencor no envenene nuestros espíritus y que prevalezca el compromiso de no dañarnos nunca más. Qué duda cabe que en esta dirección continúa el esfuerzo que inició Mario Vargas Llosa y que ahora asume Fernando de Szyszlo.
En razón de ello, deseo ratificar el apoyo de la Defensoría del Pueblo, y de esta Defensora, al proceso de memoria y dignificación de las víctimas. Deseo una sociedad que no olvide su pasado, que aprenda responsablemente de su historia, que encuentre justicia, que repare a sus víctimas y que tenga como norte respetar los derechos humanos. Ese debe ser el principal legado para las futuras generaciones. Solo así será posible aspirar a la paz, a la unión y al respeto entre todos los peruanos. Ese es mi deseo, esa es mi convicción.
Muchas gracias.
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