Por Rolando Toledo
Tomado de La Mula
Recibir esta noche este importante premio de periodismo de la Coordinadora Nacional de DDHH es un honor, un sueño, un compromiso.
Más aun cuando se trata de un premio antes recibido por personalidades y amigos tan queridos como Carlos Iván Degregori, Oscar Medrano, Pedro Salinas, Avelino Guillén, Carlín, Augusto Álvarez Rodrich, entre otros.
Un reconocimiento para esta mula, terca y trabajadora, y que me obliga, frente a ustedes, a comprometernos a ser un medio lo más plural, inclusivo y democrático que el cuerpo nos permita.
La mula nació hace dos años. Hija de la Red Científica Peruana, surge con el propósito de generar un espacio de debate y confrontación de ideas, una plataforma de reflexión y dinamismo, de crítica y de resistencia ciudadana.
Tal y como lo demuestran día a día nuestras queridas mulas, seres mestizos, híbridos, tercos, trabajadores, esteriles, incapaces de reproducirse, y por tanto originales, únicos, efimeros.
La mula cree en los ideales de la auténtica historia de piratas, un cuento añejo sobre la tiranía y la resistencia, una revolución marítima que avivó sentimientos democráticos que desencadenarían en la revolución americana. Como dijo Collin Woodward, en el corazón de todo aquello se hallaba una república pirata, un espacio de libertad en medio de una era de autoritarismo.
Es por ello que La mula ha buscado ser un medio de libertad que dé espacio al periodismo ciudadano como un actor relevante en la nueva prensa, aquella que se forja día a día desde el ciudadano y para el ciudadano, y que hoy vemos fluir en las redes sociales.
La mula es esencialmente tozuda.
Durante el período electoral la gran prensa falló. Salvo excepciones, no se generaron espacios de debate sobre programas y candidatos. Por el contrario, se hizo una caricatura de la realidad y de las propuestas. Se intentó que primara el miedo. Y sabemos que el miedo conduce al totalitarismo.
Las redes sociales, Twitter, Facebook, los diferentes colectivos y La mula se convirtieron en un espacio de activismo, de recuperación de la memoria, en una plataforma libertaria.
No podíamos dejar de recordar: las esterlizaciones forzadas, los millonarios robos, la venta de las línea editoriales; ni La Cantuta, ni Barrios Altos.
Quisieron que no existiera memoria. Quisieron que no recordáramos. Quiseron atarnos de manos.
Pero gracias a Mario Vargas Llosa, Claudia Cisneros, Buda de Nieve, Gustavo Gorriti, Alvaro Vargas Llosa, Gustavo Mohme Seminario, Patricia Montero, Laura Puertas, Carmen Amaro, Javier Corcuera, Gisela Ortiz, las señoras de ANFASEP, el colectivo No a Keiko, Paola Ugaz, Marco Sifuentes, Patricia del Río, Edwin Chávez, Jorge Bossio, Angel García, Paco Bardales, Danae Rivadeneyra, Roy Palomino, David Valdez, Rafael Ponce, Esteban Valle Riestra, Jimena Rojas, Francesca Brivio, quienes junto con miles de muleros, twitteros, facebokeros y millones de ciudadanos demócratas, dijimos no al fascismo.
Queremos creer que solo así nuestros caminos estarán siempre seguros y terminarán en el mismo sitio donde deben culminar los grandes sueños. Mi padre, pionero de la redes en este país, siempre soñó que la revolución de la información nos traería un país con armonía en la diversidad y oportunidad a lo pequeño. La mula es heredera de ese sueño.
Como dijo Hans Bellver: actuar como si lo ilógico fuera un tónico, como si la risa estuviese permitida al pensamiento, como si el error fuese un camino, y el azar una prueba de eternidad