Por Rocío Silva Santisteban
Recuerdo que cuando llevaba el curso de Derecho Laboral, la principal enseñanza en mi universidad privada era cómo sacarle la vuelta a las leyes para evitar que se formen sindicatos en las empresas y que se desconozcan, por vericuetos insospechados, los justos reclamos y derechos de los trabajadores. De eso ya hace treinta años y seguimos en la misma disciplina pro-empresarial mal entendida en que un sindicato o un trabajador que reclama sus derechos es percibido como elemento en contra del “desarrollo”. De esta enseñanza en la prepotencia empresarial-laboral a los pichones de abogados de los años 80 a la performance-prepotente del ministro de Trabajo Villena en contra de una trabajadora pasaron tres décadas y seguimos en lo mismo: pensar en los trabajadores como subalternos –peor si son mujeres– y en acciones de esta índole como manifestaciones de que se consideran, como dirían las viejas pitucas, “unos igualados”.
Augusto Álvarez Rodrich este domingo, citando el libro de Jorge Bruce, nos ha hecho recordar la prepotencia del poder y de los “notables” de nuestro país traducida en la horripilante frase “¿No sabes con quién estás hablando?” cuando se dirigen a un supuesto subalterno. Esto, aunado a la cobardía de zarandear a una mujer que solo cumplía con su trabajo, nos muestra la majadería concentrada de un ministro que no tenía mucha cobertura mediática por su propia labor y que ahora se ha vuelto famoso por su acto cobarde. ¿Este individuo debe seguir siendo ministro de Trabajo de nuestro país? Un detalle: como ministro de Trabajo ha sido absolutamente funcional al empresariado que ha presionado para que se postergue por los siglos de los siglos la Ley General del Trabajo. ¿Qué decisión se tomará en las altas esferas? ¿Se mantendrá al obsecuente?
Finalmente, esta puesta en escena de la prepotencia de un alto burócrata del Estado nos muestra que el Perú está cambiando: ya un ministro no puede gritarle a una subalterna en un aeropuerto de provincia sin que en menos de lo que imagina esté circulando la noticia y que los lectores y espectadores no se identifiquen con él sino con la agredida. Esta situación, que incluso ha sido comentada por el ministro Castilla, ya que se trata de uno de sus hombres de confianza, no puede ser desatendida por el presidente del Perú, quien fue elegido por la ciudadanía trabajadora y no por el 94% de empresarios del CADE que votan por la confianza en Castilla (¿por quién creen que votaron en 2011 un alto porcentaje de esos empresarios?).
Hoy esta situación muestra que, finalmente, a los poderosos a veces se les “sale” en momentos decisivos pulsiones que los revelan tal cuales: en su propia miseria. El ministro de Trabajo, un asalariado del Estado que debería tener como prioridad a la clase trabajadora que sirve y representa, se erigió como un energúmeno arrebatado y alborotado por un momento de tensión abusando de su posición en contra de una mujer.
Publicado en Kolumna Okupa del diario La República, 04/12/2012