Por Rocío Silva Santisteban
Con cabellera de llamarada de leño”. Así comienza el poema más famoso de André Breton, el extraordinario poeta surrealista, en el que pone en movimiento por primera vez lo que se llamó la “escritura automática”, una técnica para escribir poesía que se basaba en dejar fluir las ideas sin que aparentemente pasen por la racionalidad. “Unión libre” es el título de esta primera pieza de la poesía surrealista francesa y un canto al amor sin ataduras, es decir, sin eso que muchos años después Pablo Milanés denominó “diez papeles grises para amar”. La unión libre fue la máxima aspiración de los poetas contestatarios y de los hippies de los años 60 en su famosa prédica: “Haz el amor y no la guerra”.
Hoy en día muchos de los contestatarios de ese entonces luchan por algo que más bien se centra en lo patrimonial y en el reconocimiento de la igualdad de derechos: la unión civil para personas del mismo sexo que de alguna manera hayan conformado un patrimonio en conjunto con el paso de los años. Creo que el reconocimiento de esta unión se basa en la necesidad de proteger los derechos conquistados de dos personas que han aportado, mutuamente, a una fortuna común.
Las historias de discriminación al respecto son múltiples. Marguerite Yourcernar, por ejemplo, la gran escritora belga que fue la primera mujer en formar parte de la Academia de Letras Francesa, al morir dejó un considerable patrimonio y sobre todo derechos de autor de sus obras que se publican en varios idiomas en todo el mundo. Lamentablemente murió intestada y tanto los derechos de autor como el patrimonio fueron a parar a las manos de una sobrina nieta que casi ni conocía dejando en la ruina a su compañera de cuarenta años, Grace Frink, quien murió en la soledad y la pobreza. Ambas mujeres habían sido pareja durante muchos años y sus restos descansan, finalmente, una junto a la otra, en Maine. Lo mismo hubiera podido suceder entre Gabriela Mistral y Doris Dana, pero felizmente la Mistral nombró en su testamento a Doris como su albacea literaria, permitiendo que ella manejara los derechos de autor hasta su propia muerte, a partir de la cual se hizo pública la opción sexual de Gabriela (paradójicamente Dana negó la identidad sexual de ambas todo el tiempo).
Por eso la unión civil como proyecto de derechos iguales en las mismas circunstancias es una necesidad de reconocimiento paritario y constitucional. Y sin embargo, ya hay algunos congresistas, como Carlos Tubino, que han sacado argumentos en contra que, en realidad, son temores. ¿Es posible que alguien se oponga a que tu pareja de toda la vida pueda decidir un tratamiento médico urgente en caso de que tú estés inconsciente, o de visitas íntimas si estás en la cárcel, o de solicitar alimentos en caso de separación? Eso es lo que propone el proyecto de Bruce: se inscribe en la reafirmación de derechos desde una perspectiva liberal.
Sin embargo, hay algunas voces que cuestionan estas propuestas y apuntan al maximalismo: el matrimonio homosexual. Me hacen recordar al fluir de la escritura automática, “sin que aparentemente pase por la racionalidad” pero para la ampliación de derechos las estrategias deben ser milimétricamente racionales. ¿Por qué no se debate primero la Unión Civil No Matrimonial que es una propuesta que ya se encuentra en el Congreso?, ¿por qué se pelean con los aliados? No es la mejor manera de hacer camino al andar.
Publicado en el diario La República, martes 17 septiembre de 2013