Por Rocío Silva Santisteban
Se ha tratado de denostar el Informe Final de la CVR como un documento “sesgado”, adjetivo que utiliza desde Martha Chávez hasta algunos jóvenes sociólogos, sin profundizar en las razones de su postura y muchas veces cometiendo falacias, sin citar correctamente cuáles serían las partes sesgadas del informe. Mi opinión personal sobre el mismo, más bien, se refiere a que se trata de un documento “letrado para letrados” que, lamentablemente, no ha podido divulgarse más ampliamente, porque si así fuera, sería verdaderamente imposible que tantas personas sigan repitiendo esas falacias con tanta impunidad que las convierten en “verdades” imaginarias y un sector de la población perciba que son reales. También es lamentable que el grueso de la población, en realidad, se encuentra desentendido del tema.
Personalmente considero que el gran aporte de la CVR ha sido la recopilación de 16.917 testimonios de todas las voces del conflicto. Como lo sostiene el investigador Carlos Aguirre, el acervo documentario de esta contiene “567 cajas de documentos y otros materiales, cuyo detalle se puede consultar en el inventario que posee el Centro de Información. De acuerdo con este inventario el Centro contiene 16.917 testimonios, 13.696 cassettes de audio, 1.109 videos, 104 CDs y 13.139 fotografías, además de varios otros tipos de documentos”. Un grupo amplísimo de jóvenes voluntarios se desplazó a diferentes regiones golpeadas por la violencia de estos años para recoger las historias de todos esos peruanos que participaron en el mismo. Desde Chuschi en Ayacucho hasta La Mora en Huánuco: los voluntarios caminaron los rincones del país para encontrar a aquellos que, durante centenares de años, nunca fueron escuchados. Pero también fueron recogidas las voces de los perpetradores: suboficiales del Ejército que confiesan, algunos arrepentidos, cómo violaban a mujeres en Manta o senderistas de la zona del Huallaga que, reconocen, los asesinatos que cometieron.
Pero en realidad estos 16.917 testimonios en su mayoría pertenecen a voces silenciadas en los discursos nacionales: indígenas quechua-hablantes monolingües o de algunas otras etnias de la Amazonía (como asháninkas y matshiguengas), mujeres y madres que han sabido empoderarse frente a la adversidad de perder a sus familiares o también miembros de las Fuerzas Armadas (FFAA) o Policiales (FFPP) que se encuentran discapacitados por efectos de la violencia de grupos como el PCP-Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. A su vez, en el mismo archivo podemos encontrar los testimonios de las cúpulas de ambos grupos, así como de altos oficiales de las tres fuerzas armadas y de la Policía, que en contraste con los afectados directos por la violencia, proponen otro tipo de mirada y una actitud poco dialogante en torno al pasado y los errores cometidos por miembros de sus instituciones, así como por la violencia sistemática aplicada a los interrogados o detenidos.
Este extraordinario archivo forma parte también de la labor de la CVR y se puede decir que en estos testimonios recogidos “hablaron todas las voces involucradas en el conflicto” y en su conjunto son un acervo verdaderamente polifónico —no coral, sino de voces tensionadas, discordantes, en conflicto— que conforman la heterogénea memoria histórica del Perú.
Publicado en el diario La República, martes 12/11/2013