Por Germán Vargas Farías
Muchas veces nuestro corazón es duro como esta piedra,
Cerramos nuestros ojos, nuestros oídos y nuestra voz
al gemido y al sufrimiento de muchos hombres y mujeres.
Porque estamos aferrados a nuestra seguridad,
y nos interesan solo nuestras instituciones,
no hemos sido solidarios,
no hemos cuidado, defendido,
y protegido la vida de nuestros
hermanos y hermanas.
Esta fue una de las oraciones que pronunciamos quienes participamos en la ceremonia de colocación de nombres de los sacerdotes, religiosos y religiosas católicos victimados durante el conflicto armado interno en nuestro país.
Sucedió este lunes, en el memorial El Ojo que Llora, en el marco de una hermosa reunión en la que católicos y no católicos celebramos que el Papa Francisco aprobase el 3 de febrero del presente año, el decreto que reconoce el martirio de los sacerdotes polacos Michele Tomaszek y Zbigneo Strzalkowski, y del sacerdote italiano Alessandro Dordi, asesinados en agosto de 1991 por Sendero Luminoso.
La oración, expresada en este caso como confesión de pecados, se refería a nuestra falta de solidaridad por no haber sido sensibles al dolor de muchas personas afectadas por la violencia, y al egoísmo que nos paralizó cuando se trataba de defender la vida y dignidad de nuestro prójimo.
No fue la única confesión que se hizo en este acto, también se dijo que muchas veces hemos estorbado la felicidad de las personas, y que nos cuesta convivir respetando el derecho de los demás.
Todo muy acorde con el sentido de la ceremonia, y dentro de una perspectiva de reconciliación que para los cristianos y cristianas implica confesar las ofensas, y hacerlo con franqueza y humildad. Todo asumido reverentemente por uno de los más conspicuos asistentes, y también convocante, Monseñor Luis Bambarén.
Fue chocante llegar a casa, y enterarme que aquél religioso de tan larga trayectoria, y gran parte de ella vinculada a la defensa de los derechos humanos, había insultado a un congresista por ser homosexual. Aquél Obispo que nos había guiado en la liturgia, se mostraba desgarradamente revelando su falta de solidaridad, resentimiento y arrogancia, es decir todo aquello que había denunciado poco antes.
No era la primera vez. Ya en enero de 2011 Mons. Bambarén había hecho lo mismo aunque, quizás por el reproche público provocado, días después se rectificó. Es evidente que nunca se arrepintió.
Los decretos autorizados por el Papa Francisco, dicen que Tomaszek, Strzalkowski y Dordi fueron asesinados por odio a la fe. Cada año, cientos de personas son asesinadas en el mundo por odio a su orientación sexual. Se trata de crímenes de odio igualmente abominables, alentados por palabras hirientes y carentes de amor.
El lunes oramos también diciendo, en esta tarde la vida triunfó sobre la muerte, en este día el amor triunfó sobre el odio, en esta hora la paz venció a la violencia. Falta mucho para ello, pero es posible, nuestros mártires nos enseñan que debemos vivir, y luchar, con esperanza.