Por Rocío Silva Santisteban
Mónica Miros es una artista plástica comprometida con los derechos humanos de todos, pero especialmente de las mujeres, ha participado en innumerables muralizaciones tanto en Lima como en Buenos Aires, Bogotá o Huamanga en Ayacucho. En mi propia oficina de la CNDDHH tengo colgado en la pared uno de sus más hermosos murales hecho en una plancha de madera con una imagen de Mamá Angélica Mendoza de Ascarza con la foto de su hijo Arquímedes, desaparecido, sobre un fondo celeste brillante. Como sus murales Mónica es alegre, brillante, poderosa, empoderada, joven, creativa, sus trabajos siempre son grupales, logra convencer a otras muralistas como ella, mujeres jóvenes que vienen a Lima desde Colombia, Argentina, Bolivia y otros países de América Latina, y todas aportan desde sus diversos estilos y miradas.
En el año 2013 Mónica logró que la Municipalidad de Lima le diera permiso para un gran mural sobre la Yakumama, o Madre Agua. Ella convenció a sus jóvenes compañeras de otros países y de otras provincias del Perú para diseñar el mural. A nosotros, de la CNDDHH, nos propuso aportar un poco para los materiales y siguió tocando puertas para conseguir todo el presupuesto. El 8 de marzo, ella y otras mujeres jóvenes, se subieron a unos andamios que a mí me parecían altísimos y peligrosos en la Plaza de la Democracia para muralizar la parte de atrás de la pared larga y triste de un edificio. Ese día vi a Mónica colgada a más de 10 metros del suelo, con todas las sogas de precaución necesarias, junto con otras artistas, e ir descubriendo a partir de su imaginación árboles, pájaros, ríos, hadas, cataratas y el rostro de la Yakumama con inmensos ojos. Se demoraron. Fueron dibujando como bordando. Hubo un grupo de batukada que redoblaba los tambores mientras ellas iban avanzando. Con paciencia, con energía, con el propósito de llenar un vacío de la ciudad.
Ese impresionante mural murió. Fue devastado por el alcalde de Lima y su política de muralicidios. Fue lavado con pintura blanca y pasó a la nada. Parecería que nunca existió pero sí estuvo ahí. Yo lo vi, muchas mujeres lo vimos, muchas nos sentimos identificadas con esa expresión de vida y de color.
¿Es violencia contra la mujer bloquear de blanco la imaginación y creatividad de estas mujeres jóvenes desapareciendo de un brochazo el mural que tanto costó? Por supuesto que lo es. Cualquier forma de coacción contra las expresiones que luchan contra los estereotipos y proponen nuevos imaginarios liberadores lo es. Mónica Miros y las muralistas de ese emblemático dibujo urbano fueron censuradas. Pueden haber mil justificaciones, legales pero NO legítimas, de este abuso.
Hay muchas violencias contra las mujeres: en nuestro país se asesina, se viola y se violenta sexualmente en tiempos de paz y de conflictos, se nos acosa en la calle y en el espacio político, se nos bota del trabajo cuando nos sindicalizamos, se nos golpea cuando defendemos el agua o la tierra, se nos reprime con balas cuando participamos de frentes de defensa ambientales contra proyectos extractivos, se nos discrimina doblemente cuando somos indígenas, se nos paga 22% menos en cualquier empleo solo por ser mujeres. Y en este caso concreto se violentan nuestras ideas, nuestras expresiones, nuestra libertad.
Publicado en Kolumna Okupa del diario La República, martes 17/03/2015
