Augusto Álvarez Rodrich, director de Perú 21
La presentación de Lourdes Alcorta y Aurelio Pastor, anteanoche en Prensa libre, constituyó un evento singular que reveló, de un modo patético, el deterioro lamentable al que ha llegado el Congreso.
Ambos no son congresistas del montón que, como la mayoría de este Parlamento, a duras penas logran articular dos ideas consecutivas. Por el contrario, con frecuencia saben lo que hablan, por lo que suelen ser convocados para obtener las posiciones del gobierno y de la oposición.
Por ello, es preocupante que dos personas calificadas –en relación con la mayoría de sus colegas– incurran en errores de apreciación tan gruesos sobre el reclamo de un país que demanda, con urgencia, ejemplos de moral, austeridad y decencia, y lo único que recibe de las autoridades públicas es insolencia, prepotencia y defensa de prebendas particulares.
Eso fue lo que ambos congresistas, uno del gobierno y otra de la oposición, defendieron anteanoche, coincidiendo, con desvergüenza, en la bravuconada del ‘no enseño mis gastos porque no me da la gana, y porque soy congresista, y porque me importa un pepino lo que piense la gente’.
Entre los pollos a la brasa del felizmente ya desaforado congresista José Anaya, y los wantanes fritos de Alcorta para ella, su chofer y guardaespaldas, en ambos casos justificados como gastos operativos que ahora se ha decidido que sean secreto de Estado, hay, lamentablemente, muy poca diferencia.
Peor aún es verlos, con ojos desorbitados y cara de requerir con urgencia una camisa de fuerza, echarle la culpa a los medios de comunicación por el desprestigio del Congreso que solo ellos han promovido. Y es más penoso verlos amenazar, con tono de chantaje, de fujimontesinismos a quienes los critican, cuando eso lo pueden encontrar en sus respectivas agrupaciones políticas, donde connotados militantes pasaron por el sillón y la caja chica del ‘Doc’, y fueron condenados por ello.
El colmo de la frescura fue la pretensión absurda e irritante de atribuirle la responsabilidad de la muerte de una congresista en un fatal accidente de tránsito, a quienes solo piden transparencia en el uso de los recursos del Congreso, especialmente viniendo de quienes –como este par– se convierten, con su desfachatez, en asesinos de una democracia débil.
Los congresistas han decidido, oficialmente, ser unos sinvergüenzas.
Publicado hoy en: http://peru21.pe/impresa/noticia/asesinos-democracia/2008-09-26/225690