Este 18 de julio, se cumplen 30 años de la detención arbitraria, asesinato cruel y desaparición forzada del profesor Hugo Muñoz Sánchez, y los nueve estudiantes Dora Oyague Fierro, Bertila  Lozano  Torres,  Luis  Enrique  Ortiz  Perea,  Armando  Richard  Amaro  Condor, Marcelino  Rosales  Cárdenas, Robert Edgar Teodoro Espinoza, Heráclides Pablo Meza, Juan Gabriel Mariños Figueroa y Felipe Flores Chipana, de la Universidad Nacional de Educación ‘Enrique Guzmán y Valle’ – La Cantuta.

El 8 de julio de 1993, fragmentos de restos óseos calcinados y dos juegos de llaves, con fuerte olor a combustible, fueron descubiertos en fosas clandestinas en la Quebrada Chavilca, en Cieneguilla; meses después, en octubre del mismo año, en Huachipa, al este de Lima, el lugar donde asesinaron a las diez víctimas, se encontró el cadáver de Luis Enrique Ortiz Perea. El único cadáver que dejaron los asesinos del Destacamento Colina, un escuadrón de la muerte que se formó al interior del Servicio de Inteligencia del Ejército, dentro de la propia estructura del Ejército, recibiendo órdenes directas de los generales que lo dirigían, de Vladimiro Montesinos, jefe real de inteligencia y de Alberto Fujimori, como jefe Supremo de la Fuerzas Armadas. Todas estas responsabilidades fueron probadas en los procesos judiciales.

En noviembre del 2006, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia contra el Estado peruano por su responsabilidad en el crimen de La Cantuta, recordando, además, la obligación que tiene el Estado de investigar, juzgar y sancionar a todos los responsables. Reparar dignamente a las víctimas y buscar a los desaparecidos. La maldad de los asesinos es incalculable y perpetua el delito y el dolor de los familiares, cuando no son capaces de decir dónde están los cuerpos de los desaparecidos. En el caso La Cantuta, como en muchos otros casos de desaparición forzada, son los familiares los que van reconstruyendo los hechos con el apoyo organizaciones defensoras de los derechos humanos y de la investigación de periodistas valientes que se enfrentan al poder desnudándolo, evidenciando sus formas de silenciar y actuar. Así se llegaron a encontrar los lugares de entierro donde pretendieron desparecer a las víctimas, pero todos no han sido encontrados, faltan cinco víctimas: Dora Oyague Fierro, Armando Amaro Condor, Felipe Flores Chipana, Robert Teodoro Espinoza, y Heráclides Pablo Meza. Para los familiares es urgente encontrar sus cuerpos para que puedan ser enterrados dignamente y cerrar el duelo de 30 años.

En la espera por el cuerpo destrozado del hijo o del esposo desaparecido, han fallecido cuatro padres de las víctimas; sin respuestas, sin atención del Estado en la obligación de decirles qué pasó, dónde están. Esa es la deuda más grande que tiene el Estado peruano con las víctimas y sus familiares de La Cantuta. 

La búsqueda de las y los desaparecidos no solo es necesaria para cerrar el duelo, enterrar un cuerpo y conmemorarlos llevando flores a sus tumbas. La búsqueda es también una respuesta a los familiares que siguen buscando a su ser querido y a la sociedad que exige respuestas y esclarecimiento como garantía del NUNCA MÁS.

LA BÚSQUEDA DE LOS DESAPARECIDOS DE LA CANTUTA

A menos de un mes de cumplirse 30 años del asesinato-desaparición de un profesor y nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta, la Segunda Fiscalía Penal Supraprovincial Especializada en Derechos Humanos, Interculturalidad y Delitos de Terrorismo, a cargo del fiscal Luis Valdivia Calderón, ha dispuesto el inicio del Plan de Intervención Forense en la Quebrada Chavilca, en Cieneguilla como parte de las diligencias programadas en la investigación en curso para la ubicación, búsqueda e identificación de los restos de las víctimas desaparecidas del caso La Cantuta. Las acciones de búsqueda están programadas entre el 30 de mayo y el 22 de junio.

En el lugar, el 8 de julio de 1993, se hallaron fosas clandestinas con restos óseos -la mayoría calcinados-, cabellos, uñas, retazos de prendas de vestir, de zapatillas, casquillos de bala y dos manojos de llaves que correspondían a los estudiantes Juan Mariños Figueroa y Armando Amaro Condor.

LOS DESAPARECIDOS

Que el inicio de la búsqueda de los desaparecidos de La Cantuta nos interpele y nos recuerde que en nuestro país existen más de 20 mil peruanos y peruanas desaparecidos, que nos hacen falta a todos y todas. Ciudadanos con identidad propia que trascienden los números, importantes para sus familias quienes no dejan de buscarlos por días, años y décadas.

Dora Oyague Fierro (21). Estudió en el Centro Educativo Túpac Amaru en La Victoria. Se preparó en la Academia Preuniversitaria de San Marcos en 1990 para postular e ingresar a la facultad de Educación Inicial en La Cantuta. De formación cristiana, participaba en el teatro parroquial “La Cabaña” de la Iglesia San Francisco de Borja en donde fue parte del grupo de jóvenes que recibió al papa Juan Pablo II en el Hipódromo de Monterrico. La tranquilidad y la serenidad eran sus características.

Armando Amaro Condor (25), natural de Lima, mayor de siete hermanos. En 1989, ingresó a la Facultad de Tecnología, especialidad de Electromecánica. Amante del SIKURI, arte que lo cultivó desde siempre. Formó parte del Taller Cultural de la UNE – TACUNE. Quienes lo conocieron lo recuerdan tocando la zampoña, la antara y el bombo en los actos culturales.

Robert Teodoro Espinoza (24), natural de Áncash. Siempre alegre y juguetón. Ingresó a Biología en la Cantuta. En 1990, debido a la distancia entre Chosica y Comas, lugar donde vivía, decidió mudarse a la residencia universitaria. Al igual que otros estudiantes, aprendió a tocar la quena y zampoña. En 1991, fue delegado del pabellón de varones del internado. Ayudaba a su padre en su taller de carpintería. Gustaba cantar cumbias y huaynos. Su padre y madre ya fallecieron.

Heráclides Pablo Meza (28), natural de Áncash. En 1990, ingresó a la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas, especialidad de Física. Le gustaba tocar zampoña, disfrutaba de la música andina. Hace unos años, fallecieron sus padres.

Felipe Flores Chipana (25), natural de Apurímac. Estudió en el Colegio Nacional Mixto José María Arguedas en el Callao, Lima. En 1988, ingresó a la Facultad de Tecnología, especialidad de Electromecánica. Amante de la música andina. Trabajaba de forma independiente arreglando equipos electrodomésticos y como zapatero. Era muy aficionado a la música, tocaba zampoña.

No permitamos que los familiares sigan muriendo en la indiferencia y el abandono del Estado que no garantiza derechos. La solidaridad es importante porque son voces cargadas de memorias que se suman a la exigencia de justicia de los familiares.

Cantuta, 30 años, exigiendo derechos.

Nos faltan 5 desaparecidos. Hasta encontrarlos.

#Cantuta30Años
#NosFaltan5 #HastaEncontrarlos

Familiares del caso La Cantuta