Por Mariella Balbi
Mi amigo ayacuchano desborda de alegría por el Oso de Oro para la película peruana “La teta asustada”. No conoce nada del premio ni de cine, pero que una paisana huantina, Magaly Solier, esté en la portada de los periódicos y noticieros del mundo entero, que haya cantado en quechua para tanto gringo y que en la película se hable su idioma materno lo llena de orgullo por su tierra, tan postergada y castigada por el terrorismo. Él recuerda que en aquella época pintar la puerta de un inocente rojo casi lleva a un familiar a la cárcel o a la desaparición. Yuta, una alemana bastante más instruida, que vivió aquí con los ojos abiertos, envía un correo diciendo: “El Perú ganó el Oso de Oro”. Ciertamente Claudia Llosa, la directora, no interpretará estas reacciones como una desvaloración de su talento.
Ella ha dedicado su merecido triunfo al Perú, ¿pero a qué Perú? Sin duda no será al de los indiferentes ante el desgarrador drama de la guerra interna, menos a quienes pretenden que los ayacuchanos (principales afectados) deben tragarse el terror vivido cotidianamente: asesinatos y violaciones. Claudia es una de las pocas creadoras nacionales que se ha involucrado con esta época aciaga y que nuestro país aún no termina de digerir. Un denso y tal vez inútil análisis sociológico podría adentrarse en cómo su generación vivió el conflicto interno para explicar el filme. De nada serviría pues la directora busca rescatar las emociones y los traumas que este dejó, que es lo verdaderamente importante.
En inglés, “La teta asustada” se llama “The Milk of Sorrow” (“la leche del dolor”), que grafica mejor lo experimentado: mujeres violadas y maltratadas por las fuerzas del orden (Sendero era asesino y venal, pero no violaba) transmiten —según la directora— “ese calvario de una generación a otra y su curación se debe hacer mediante rituales chamánicos”. O sea un desagravio, si lo cabe, para desterrar el temor que traspasaron a sus descendientes a través de la leche materna.
Es lícito preguntarse si este síndrome hubiera aparecido de haberse permitido el aborto por violación, un derecho que es negado a las mujeres en nuestro país. El razonamiento es cruel: no importa cómo engendraste a la criatura, abordando con contemplación el peor de los crímenes. Desafortunadamente, este no solo remite a la época de Sendero: sucede minuto a minuto, en todos los estratos. Ante ello, acceder fácilmente a la píldora del día siguiente es un derecho ciudadano y femenino. Varones abstenerse, por favor.
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