Por Gustavo Oré (CNDDHH)

La realidad que pretende construir el ex-presidente Fujimori junto con su defensa legal en el  proceso judicial que se le sigue, parece retrotraerlo a las épocas en las cuales ésta se fabricaba en las redacciones de los Wolfenson o en las salas de edición de los Crousillat, enmohecidas por la corrupción de aquel oscuro régimen.

Uno de los argumentos que ha repetido cansinamente la defensa fujimorista es que su política anti-subversiva se basó en una estrategia de acercamiento del ejército a la población y que “el soldado amigo” respetuoso de los derechos humanos sea el paradigma de la lucha contra los grupos terroristas Sendero Luminoso y  MRTA. Sin embargo, fue la llamada captura del siglo de Guzmán Reynoso en 1992, la cual se produjo fuera del marco de esta “política”, por mérito exclusivo de la Policía Nacional, la que realmente nos empezó a librar de esta lacra social. La captura de Guzmán, fue una magistral obra de inteligencia, sin disparar una bala siquiera, con pleno respeto de los derechos humanos del capturado y su cúpula, tratándosele de “usted” inclusive.

Ahora bien, la captura de Óscar Ramírez Durand “Feliciano” quien era el máximo líder de Sendero en 1999, se realizó de modo similar, con un trabajo de inteligencia, mas modesto que el del GEIN en 1992, pero de inteligencia al fin y al cabo; otra vez, de la Policía Nacional. Una vez más sin actos de violencia y con respeto a los derechos humanos del detenido, así lo reconoce el propio Feliciano, ello hasta que fue entregado a los militares de ese entonces, donde algunos malos elementos que mancharon el nombre de esta gloriosa institución –la de Alipio Ponce, la de Bolognesi– la comandaron vilmente.

Han transcurrido nueve años de estos hechos acaecidos en Huancayo y una investigación de la Inspectoría de la Policía ha dicho por fin la verdad. Se ha reconocido que fue el mayor PNP Carlos Monge Pimentel quien capturó junto con su equipo policial a Feliciano; y no la dupla Fujimori-Montesinos, tal como se presentó en la gran prensa de ese entonces, pues le obligaron a entregar al prisionero irregularmente y a firmar una declaración en que decía que era el ejército quien había realizado esta captura. Ya Ketin Vidal testimonió que algo así se quiso hacer con Guzmán en su época, pero no lo permitieron. De lo contrario, probablemente se hubiese dicho que Montesinos y  Martin Rivas capturaron a Guzmán, y probablemente algún fujimorista lo sostendría hasta hoy.

La fiscalía en el proceso contra Fujimori sostiene, con verdad, que existieron dos estrategias anti-subversivas: Una oficial y una no oficial, en la sombra. La oficial  (mediática)  basada en normas legales que preceptuaban el respeto a los derechos humanos. La no oficial (la real) redactaba planes para ejecutar presuntos terroristas en una guerra de baja intensidad, en una guerra sucia, a través de un destacamento denominado Colina.

Al igual que aquella nefasta estrategia antisubversiva, el país vivió dos realidades: la real, es decir, una dictadura revestida con formas democráticas que se apoderó del Perú entre 1990 y 2000, plagada de corrupción y violaciones de los derechos humanos. Y la mediática, en la que se engañaba a la población, en la que se decía que Fujimori y Montesinos a través del ejército capturaron a Feliciano. Aquella falsa realidad que a muchos le hicieron creer, la que hoy en día empieza a desbaratarse por la contundencia de la verdad. Y es que al final la verdad siempre se abre paso, como está sucediendo.