Por Ronald Gamarra Herrera

Está todavía en cartelera la película Paraíso, obra del cineasta peruano Héctor Gálvez. Es una película que todos debemos ver y no sólo por su estupenda factura; también porque nos permite echar una mirada al mundo de un sector social marginalizado, el de los desplazados, los que tuvieron que dejar sus tierras de origen, los pobres entre los pobres de esta Lima nuestra, a la vez amable y cruel.

La película nos presenta este mundo a través de la mirada de los hijos de los desplazados, aquellas chicas y chicos que nacieron y crecieron ya en Lima y que, no obstante haber vivido aquí toda su vida, tampoco se pueden integrar, prolongando el drama del desplazamiento a una nueva generación. La mirada a partir de estos adolescentes refresca lo que de otro modo sería un drama sin concesiones y le da un atisbo de esperanza a este mundo sin aparentes salidas simbolizado por un paisaje dominado por el páramo.

Héctor Gálvez ya nos sorprendió no hace mucho con un extraordinario documental: Lucanamarca, codirigido con Carlos Cárdenas, que nos presenta a esta comunidad y su relación con la memoria de un pasado trágico, signado por la masacre espantosa que Sendero Luminoso perpetró en el año 1983, asesinando a más de 60 campesinos en fría ejecución de una represalia decidida personalmente por Abimael Guzmán.

Está clara la vocación de Héctor Gálvez por dar testimonio de nuestra realidad, especialmente de aquellos temas y aspectos que la crónica oficial prefiere silenciar. Pero Gálvez no sólo cumple con dar un testimonio cabal y lúcido, además de eso lo hace muy bien, demostrando sus dotes de narrador a través de imágenes sobrias que comprometen y ofrecen un reto al punto de vista y la reflexión del espectador.

Mención aparte merecen los chicos y chicas del elenco que no son actores y sin embargo lo hacen muy bien, persuadiéndonos fácilmente de la veracidad del relato. Haber logrado estas persuasivas actuaciones es otro de los grandes méritos de esta película y su director. No se la pierdan.

Precisamente, una de las organizaciones de derechos humanos que tiene un trabajo meritorio con la población desplazada, entre muchas otras labores con sectores carenciados, es el Comité de Derechos Humanos de Ica (CODEHICA), que en estos días cumple 28 años de actividad en plena brega, trabajando hoy codo a codo con los afectados del terremoto de 2007, que tan desatendidos están por unas autoridades inmunes a todo reclamo.

Publicado en La República