Carta al embajador de la Misión Palestina en el Perú

Lima, 9 de enero de 2009

C/006-2009-CNDDHH-SE

Señor Embajador
Walid Salim Abdel-Rahim
Embajador de la Misión Palestina en el Perú
Presente.-

De nuestra especial consideración:

Le escribo en  nombre de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, colectivo de organismos no gubernamentales que trabajan en la promoción y defensa de los derechos humanos, así como en el fomento de una cultura de paz.

Motiva la presente comunicación nuestra condena a los bombardeos indiscriminados del ejército israelí a la ciudad de Gaza y otras poblaciones de dicha franja costera estrecha y superpoblada, que ya han causado más de 700 al día de hoy, sin contar no menos de tres mil heridos, incluyendo a cientos de niños, mujeres y ancianos entre las víctimas.

Expresamos nuestra solidaridad con la población de Gaza, que no podemos dejar de señalar está formada por los refugiados palestinos y sus descendientes, expulsados de sus pueblos y aldeas de los que fueron despojados durante la formación del Estado de Israel, en 1948. Desde entonces, están allí, apiñados en el exiguo territorio de una franja costera de seis kilómetros de ancho, sobreviviendo precariamente, como en un gigantesco gueto, sin posibilidades de desarrollo económico, sin ciudadanía, derechos ni Estado.

Finalmente, renovamos nuestra simpatía y apoyo al pueblo palestino y su causa, que no es otra que constituir su propio Estado, independiente, en paz y con justicia.

Atentamente,

Ronald Gamarra Herrera
Secretario Ejecutivo
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos

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Carta al embajador de Israel

Lima, 9 de enero de 2009

C/004-2009-CNDDHH-SE

Señor Embajador    
Walid Mansour
Embajador de Israel
Presente.-

De nuestra especial consideración:

Le escribo en  nombre de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, colectivo de organismos no gubernamentales que trabajan en la promoción y defensa de los derechos humanos, así como en el fomento de una cultura de paz.

Motiva la presente comunicación los hechos que tienen lugar en la franja de Gaza. Mientras el mundo se aprestaba a recibir un nuevo año con las festividades acostumbradas, otro episodio del viejo conflicto del Medio Oriente se desataba con una crueldad que no puede dejar indiferente ni al más endurecido: más de 200 muertos el primer día de operaciones, y ya más de 700 al día de hoy, sin contar no menos de tres mil heridos, incluyendo a cientos de niños, mujeres y ancianos entre las víctimas, como resultado de bombardeos del ejército israelí a la ciudad de Gaza y otras poblaciones de dicha franja costera estrecha y superpoblada, con el propósito anunciado de destruir a la facción palestina radical Hamas.

El gobierno de Israel justifica la operación militar por la necesidad de proteger a sus ciudadanos del peligro que suponen para ellos los cohetes que preparan artesanalmente y disparan desde la franja los militantes del brazo armado de Hamas, con tan escasa efectividad que en un par de años de lanzarlos solo produjeron una víctima en Israel. Y si, por un lado, no cabe duda de que los ataques de esos militantes de Hamas constituyen condenables actos terroristas, tampoco cabe dudar de que la legitimidad de la reacción israelí se evapora con el carácter desproporcionado e indiscriminado de la operación que actualmente lleva a cabo en Gaza, con el bombardeo de toda una población civil de más de millón y medio de habitantes, hecho que viola el derecho internacional humanitario y constituye, hay que decirlo sin ambages, un crimen.

El conflicto del Medio Oriente ya tiene más de 60 años continuos sin solución. La renovada violencia de estos días hace evidente, una vez más, que la solución no puede ser simplemente militar. Hace falta dar paso a una negociación sincera, que incorpore la necesidad de hacer justicia. La población de Gaza, por ejemplo, está formada por los refugiados palestinos y sus descendientes, expulsados de sus pueblos y aldeas de los que fueron despojados durante la formación del Estado de Israel, en 1948. Desde entonces, están allí, apiñados en el exiguo territorio de una franja costera de seis kilómetros de ancho, sobreviviendo precariamente, como en un gigantesco gueto, sin posibilidades de desarrollo económico, sin ciudadanía, derechos ni Estado.

Es evidente que, sin un entendimiento que incluya una justa reparación a su situación de desheredados, la violencia no tendrá fin.

Quienes admiramos sinceramente la contribución extraordinaria del pueblo judío a la cultura mundial y nos condolemos hasta lo más profundo por la persecución y el genocidio perpetrado contra los judíos en la historia, no podemos resignarnos a ver cómo, a su vez, el Estado formado por este pueblo hace lo propio con los palestinos, masacrando y aterrorizando a un pueblo que históricamente fue tolerante con ellos, a diferencia de Occidente.

Buscar una paz justa con los palestinos juega en interés de Israel y consolida su legitimidad. La guerra únicamente consolida el odio.

Atentamente,

Ronald Gamarra Herrera
Secretario Ejecutivo
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos