Por Rocío Silva Santisteban

El ex ministro Miguel Castilla ha dicho que se retira del cargo por razones estrictamente personales y nadie le cree. En medio del ilícito copy and paste de la ahora llamada Ley Coca-Cola, de las presiones de los fonavistas para que el propio gobierno acate una ley, de otra ley derogada por negociaciones con los congresistas ante una posible censura del gabinete y de múltiples escándalos de lobistas no formales, así como la cantaleta de la derecha sobre la desaceleración de la economía, pues Castilla se va probablemente a un puesto internacional y a asesor desde lejos. No ha sido un ministro fusible, todo lo contrario: ha sido quien ha gobernado este país con sus decisiones y sus políticas muy por encima de las pretensiones de la pareja presidencial. Ha sido, como lo ha denominado acertadamente Jorge Bruce en su columna, “el guardián del modelo”.

De hecho Miguel Castilla ha sido definido en un perfil de Semana Económica como “uno de los más implacables celadores de la caja”. ¿Qué debe hacer un celador, ergo, un guardián? Asegurar. Proteger. Velar por el modelo. Un guardián siempre es un subalterno al objeto o sujeto de su protección y no tiene agencia propia sino solo en función de lo que guarda. Miguel Castilla ha sido bastante eficiente en ese sentido: es la bisagra entre los grandes inversionistas y la operatividad de políticas que deben de concretarse en dispositivos y normas que los beneficien en la lógica re-conversa del “chorreo” toledista. Si los grandes inversionistas invierten, los pobres serán bienaventurados con programas de inclusión social. La desigualdad no es un tema que le preocupe al modelo; tampoco la escasez de materias primas en un futuro lejano y, aunque lo disimulen con “responsabilidad social y principios voluntarios”, tampoco les interesa el impacto medioambiental. Al que lucra le interesa lucrar. Ese es el modelo.

Miguel Castilla, además, ha sabido relacionarse directamente con el “yo profundo” de la pareja presidencial, que es a fin de cuentas un sujeto de dos caras. Por eso mismo, a través de toda una serie de estrategias que implicaban gobernar a través del chat de Blackberry, de silencios incómodos, y coordinaciones por debajo de la mesa, ha sabido explotar la cara sonriente de la primera dama en los salones palaciegos o bajo los toldos de Mistura. Ella confiaba en él y él “coordinaba” con ella: eso lo sabe bien el ex premier Villanueva. En esa lógica, al nuevo ministro le correspondería llevarse bien con la Primera Dama, que es quien ostenta el poder.

El actual ministro, Alonso Segura, ha dicho en declaraciones al diario El Comercio que es imprescindible un segundo paquete reactivador, pero ojo, esta vez centrado en la diversificación productiva y en las posibilidades reales de gestión del presupuesto. Estas dos declaraciones suyas lo situarían más cercano a Ghezzi que a Castilla. Sin embargo, él mismo fue quien dirigió el “primer paquete reactivador” como jefe del gabinete de asesores y hace dos meses declaró para Gestión que se deben priorizar las alianzas público-privadas indicando su cercanía a la ortodoxia neoliberal extractivista. ¿Estamos ante otro guardián del modelo? En todo caso ante otro hombre de esa burocracia blindada del MEF más estable que cualquier ministro, presidente o primera dama.

Publicado en el diario La República, martes 16/09/2014