Presentación de la novela El Nuevo Mundo de Almudena, de Wilfredo Ardito (6 de noviembre de 2008)

Pilar Coll Torrente

Es un placer estar con ustedes esta noche estrenando un oficio desconocido para mí como es presentar una novela pero que asumo con gusto por el tema, y por la amistad con Wilfredo pero como mera aficionada. De hecho, esta tarde, cuando salía del penal y le comenté a una persona que venía a presentar una novela, me miró como si fuera un acto de lo más frívolo, pero yo puedo decir que aprendí muchísimo más sobre el Perú a través de las novelas de Arguedas o Alegría que por medio de tratados de sociología.  

«El nuevo mundo de Almudena», se inserta en lo que en literatura se llama  novela corta: 78 páginas. Es ágil y con buena calidad literaria. Los ambientes, tanto de un sector de Lima como del pequeño pueblo de la selva, Santa Rita de Castilla, son descritos con maestría y fuerza. Los diálogos son ágiles y las descripciones, llenas de colorido y fino sentido del humor. Y no falta alguna referencia al racismo, perfectamente comprensible siendo Wilfredo Ardito el autor. La edición, muy cuidada y una portada  de calidad.

Pero quisiera centrarme especialmente en los personajes españoles que son casi todos. Confieso que al empezar la lectura, temí que la novela tuviera un cierto cariz anti español, seguramente merecido,  pero me equivoqué.

Gracias, Wilfredo por ese enfoque positivo y por no abusar de las lisuras. Me fastidian un tanto esas películas españolas en donde cada palabra va envuelta en dos lisuras y la verdad que mis paisanos son malhablados pero no tanto…

La protagonista, Almudena, una muchacha española, novia de un mayor de la policía que viene como voluntaria a trabajar al Perú con unas religiosas, se interna en la selva con ellas y  se integra perfectamente y se compromete con el Perú y sus gentes, cuando su novio en su visita quiere llevársela con él, le dice: «yo amo este país».

No hace esto por masoquismo sino porque ha sido capaz de descubrir, más allá de los aspectos  negativos, los valores de la gente y las necesidades apremiantes. Confieso que me he sentido muy identificada con Almudena aunque nunca he trabajado en la selva ni en las condiciones de aislamiento en que ella lo hace.  Es admirable su rápida aceptación de lo peruano, con todas sus contradicciones.

Un perfil muy diferente es  su novio Chema o José Manuel, un mayor de la policía un tanto rígido, al que le chocan multitud de cosas pero un hombre con  referentes éticos claros. No estoy segura de que este sea el perfil de los policías españoles, en mis tiempos de estudiante «los grises», como les decíamos eran terribles. 

Totalmente desubicado, cuando llega a Lima,  quiere ir en taxi a la selva, en concreto a Santa Rita de Castilla, un  pueblo de la Amazonía,  un lugar al que solo se puede llegar en canoa vía el río Amazonas ¿o el Marañón?. A mí, esto también me sucedió, cuando estaba en Puno, hace más de treinta años, tan confiada en que podría llegar en taxi de un pueblo a otro y pasé todo un día esperando que algún camión me llevara a mi destino. 

A José Manuel le roban nada más llegar al barco, tiene temor al llegar a Lima que lo rodeen delincuentes, se expresa a la española lo que ocasiona algunas confusiones divertidas con los chiquillos en la escuela. Me acuerdo yo misma cómo cuando llegué al Perú las jóvenes de Trujillo me decían «Háblanos de ustedes» y a mí me chocaba porque era «vosotras» lo que me salía a manera de expresión de mayor confianza. 

En un principio, José Manuel no entiende de la labor de Almudena y del equipo de religiosas y el sacerdote que trabajan con tanta dedicación porque no entiende «las razones del corazón». En la página 67 se aprecia esta confrontación entre José Manuel y los demás, como ya ha señalado José Barletti.  

La inserción de los miembros del equipo y su compromiso con el pueblo me pare