Escribe Santiago Pedraglio
Las protestas en Cajamarca, Moquegua, Tacna y Cusco no tienen una plataforma antisistema ni algo semejante: Cajamarca (Cajabamba, más específicamente) demanda el asfaltado de carreteras; Moquegua disputa por la separación del canon de Tacna; Tacna se moviliza contra la propuesta de Moquegua; y Cusco (Canchis) tiene exigencias relacionadas con problemas ecológicos, la construcción de un hospital y un estadio, y el rechazo a un proyecto hidroeléctrico y a concesiones mineras.
Estas diversas demandas se pueden agrupar en tres rubros: mejor infraestructura, protección ante la inversión minera y más recursos fiscales. Al margen de la justicia o la desproporción de cada una, y de la irresponsabilidad con la que se apela a la violencia, no encarnan una voluntad de generar ingobernabilidad nacional.
Hay, sí, un factor que las unifica: su carácter local. El localismo, fuerte componente de la identidad de la gran mayoría de los peruanos, está siendo referencia y horizonte de las demandas. Hay una racionalidad circunscrita al entorno inmediato: barrio, comunidad, pueblo y, en su más amplio extremo, región. Moquegua, por ejemplo, tiene disputas con todos sus vecinos: con Tacna por el canon, y con Puno y Arequipa por el agua.
Cada localidad trata de defender lo que considera exclusivamente suyo. No está muy lejos de esta dinámica lo que pueda pasar entre Piura y Lambayeque a propósito de las aguas que deberán dotar de energía al proyecto Olmos.
En este contexto pueden ciertamente actuar radicales extremos. Es un radicalismo o un caudillismo reivindicativo que se mueve alrededor de demandas muy puntuales, no de transformar el sistema ni de hacer reformas profundas. Por eso, para ellos el reto es extremar las demandas locales.
El 2005 el Apra y la mayoría de los partidos cometieron el error de oponerse a la creación de macrorregiones y alentar el voto por el No en el referéndum. Con esto no hicieron sino incentivar un localismo excluyente y a menudo castrador. Impidieron que se constituyeran espacios con proyectos de desarrollo no reducidos arbitrariamente a una provincia o un departamento-región. Así, por lo menos las demandas tendrían un horizonte más amplio. El temor del poder centralista a las macrorregiones ha traído la creación de una miríada de intereses locales dispersos.
Siendo urgente que el Gobierno Central instale un equipo eficiente que desde la oficina del primer ministro dé seguimiento y proponga soluciones, también es necesario que articule la descentralización y modifique el curso de las relaciones con los gobiernos regionales. Esto, en aras de superar gradualmente el localismo e instaurar, también gradualmente, intereses efectivamente microrregionales, enlazados con los locales y los nacionales.
http://peru21.pe/impresa/noticia/estrecha-patria-local/2008-11-02/229016