Ricardo Bedoya, uno de los más notables críticos de cine en el Perú, se ha sentido obligado a decir lo que sigue abajo, en respuesta a uno de esos venenosos mensajeros de la mezquindad que pululan anónimamente en estos días en el cibermundillo local:
Cuando a una cineasta se le llama «racista», «malvada» o se alude a sus parientes como si ello fuera un estigma, se sobrepasa lo que es tolerable en materia de debate intelectual. La crítica se refiere a la película y no a las condiciones personales del director.
Mi opinión sobre las películas de Armando Robles Godoy han sido publicadas en muchos lugares y están basadas en el análisis cinematográfico más detallado que soy capaz de hacer. El texto más largo que he escrito sobre su cine se encuentra en el libro «100 años de cine en el Perú: una historia crítica». Jamás he tenido un adjetivo contra la persona. Es más, me une con Robles Godoy una relación afectuosa. Conociendo mi opinión sobre su cine y el cine en general, Robles Godoy me pidió que dictara un curso en su Taller de Cinematografía, lo que demuestra su buen talante, abierto a la crítica y la discrepancia.
¿Dónde están las envidias y rencillas personales en esa relación?
Seguro Isaac León podrá decir algo sobre la posición de Hablemos de cine en los años de La muralla verde y cintas previas. Yo no estaba aún en la revista en esa época. Sólo recuerdo algo al respecto: en la celebración del vigésimo aniversario de la creación de Hablemos de cine, Robles Godoy, presente en la mesa, dijo algo fundamental: discrepamos en muchas cosas desde hace veinte años pero estamos unidos en algo: nuestro gusto por el cine.
Aunque usted no pueda concebirlo, indescifrable anónimo, las discrepancias intelectuales no se fundan en envidias sino en diferencias de opinión que no impiden el trato personal. Por eso, la mala leche que se destila en estos días contra Claudia Llosa me resulta repugnante.
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