Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional

Mientras mujeres de todo el mundo se reúnen para celebrar el comienzo de los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, la violencia contra las mujeres sigue siendo endémica, bajo formas muy diversas, en todas las sociedades.

Sólo el mes pasado, un grupo de 50 hombres lapidó hasta la muerte a Aisha Ibrahim Duhulow en Somalia. La niña de trece años había sido acusada de adulterio, aunque su padre afirmó que la habían violado y ella intentó denunciarlo. No se ha detenido a ninguna de las personas acusadas de su violación o asesinato.

La violencia contra las mujeres y las niñas es un motivo de preocupación prioritario para Amnistía Internacional y en 2004 se lanzó la campaña global “No más violencia contra las mujeres”. Hasta ahora la campaña ha contribuido a obtener victorias que han supuesto cambios legislativos y políticos a nivel nacional, y también ha apoyado los esfuerzos realizados en foros internacionales en favor de la adopción de las Resoluciones 1325 y 1820 por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Estas resoluciones sobre Mujeres, Paz y Seguridad pretenden garantizar la participación de las mujeres en condiciones de igualdad en la prevención y resolución de los conflictos y en el mantenimiento de la paz después de los conflictos, así como aumentar la protección de los derechos humanos de las mujeres y niñas en situaciones de conflicto.

A pesar de estos progresos, la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo generalizada en todo el mundo. Investigaciones realizadas recientemente en Afganistán, Armenia, Canadá, Costa de Marfil, Estados Unidos, Jamaica, Haití, Liberia, México, Nigeria, Perú, República Democrática del Congo, Sierra Leona, Sudáfrica y Venezuela han mostrado que esta violencia no sólo constituye una violación de los derechos humanos, sino que es un factor clave que impide la realización de los derechos de los mujeres y las niñas a la seguridad, a una vivienda adecuada, a la salud, a la alimentación, a la educación y a la participación. Millones de mujeres se encuentran atrapadas en ciclos de pobreza y violencia que se alimentan y perpetúan mutuamente.

La pobreza se caracteriza por la experiencia diaria de abusos contra los derechos humanos que abocan a las personas a la miseria, a la inseguridad y a la exclusión, dejándoles sin voz. La pobreza es una afrenta a la dignidad humana y la peor crisis de derechos humanos del mundo. Existe en todos los países y afecta a las mujeres de manera desproporcionada: el 70 por ciento de los pobres del mundo son mujeres.

Ni la violencia contra las mujeres ni la pobreza son inevitables, aunque ambas se combinen para reducir las opciones de las mujeres y colocarlas en peligro de sufrir violencia. Pese a que todas las niñas tienen derecho a la educación –esencial para permitirles elegir su futuro–, a menudo la violencia y la pobreza menoscaban este derecho. En países como Haití, las niñas tienen pocas alternativas aparte de ofrecer favores sexuales para poder pagar las tasas escolares.

Otras, que acuden a un lugar público con luz eléctrica para poder hacer sus deberes porque en su casa no disponen de ella, son agredidas por grupos de hombres. Es muy probable quela educación de las niñas se vea trastocada o interrumpida a consecuencia del abuso .

La violencia contra las mujeres constituye un abuso contra los derechos humanos cuya responsabilidad corresponde a los Estados. Amnistía Internacional seguirá exigiendo a los actores naciones e internacionales que rindan cuentas por estas violaciones. Seguirá instando a los Estados y a la comunidad internacional a que garanticen a las mujeres y niñas el acceso a los derechos y a los servicios en condiciones de igualdad.

Ello incluye incorporar sistémicamente el análisis del impacto sobre el disfrute de los derechos humanos de las mujeres y las niñas en todas las estrategias, programas e informes relacionados con la reducción de la pobreza y la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
 
También se deben incluir los progresos realizado en la eliminación de la violencia de género. No es posible poner fin a las violaciones de derechos humanos, eliminar la pobreza ni lograr un desarrollo sin la participación activa de las personas afectadas por estos abusos, en particular las mujeres y las niñas.