Ciro Alegría Varona
Hasta los más grandes tiranos se las dan de justos. Todos los que celebran victorias, aún cuando las hayan conseguido con infamias y masacres, quieren que la gente los considere hombres buenos. Esta hipocresía es la prueba del poder de la justicia. Los ataques verbales que recibe en estos días el Informe de la CVR son la prueba de que la desvergüenza de los mandones tiene límites. Con el Informe, entre otros muchos hechos de nuestro tiempo, ha caducado el Perú jerárquico. Ha caducado el país de los patrones abusivos agasajados en fiestas familiares y populares, el de los presidentes idolatrados por sus obras y su personalidad, el de la devoción a los héroes militares como si fuesen santos. Se ha erguido el Perú del coraje cívico, el de la justicia insobornable, el de los héroes surgidos del pueblo y fieles a sus terruños, el de Rosendo Maqui.
Los bravucones con altos cargos y rangos están acostumbrados a la gloria fácil de la sociedad jerárquica, en la que estar arriba o simplemente tener armas en las manos es prueba de ser noble y justo. Como el Informe ha resumido lo que todos saben, que esto no es así, que se puede derrotar a un enemigo injusto con medios también injustos, que los poderosos benefactores también cometen abusos execrables, entonces los jerarcas caducos maldicen el Informe, intentan desacreditarlo y amedrentar a quienes lo toman en cuenta. Pero, ¿por qué reclaman airadamente que cesen las investigaciones, que no se abran procesos, que en su lugar reine la amnistía y el perdón? ¿por qué piden con ansias el regalo de una reconciliación automática, en vez de justicia? Porque lo necesitan. Todo lo excusan antes de que se investigue la culpa, y con esto confiesan su profundo remordimiento.
¿Por qué repiten los paladines del orgullo herido de las FFAA, el fujimorismo y el aprismo, que la CVR ha inflado el número de víctimas, que ha dado lugar a procesos penales contra militares? ¿por qué la acusan de mellar la imagen de las instituciones? Porque el único sentido del honor que tienen es el tiránico. ¿Qué caracteriza al tirano? A cambio de un cierto beneficio muy importante, el tirano pide que le den lo que no se le da a nadie. Te he salvado de los asesinos, te he dado de comer cuando te morías de hambre, ahora tienes que decirle a tu hija que venga conmigo, porque tu hija me gusta y no vas a ser malagradecido. Estabas reventado por los terroristas, no tenías seguridad ni para ir a trabajar, los jóvenes tenían que irse del país, ahora tienes que olvidar las bocas que he desdentado a golpes, los cuerpos que he quemado, los detenidos que he hecho matar; más que eso, tienes que convivir con mis guerreros amnistiados, porque ellos son tu seguridad y no vas a ser malagradecido.
La tiranía es la humillación de la justicia. Las máximas de los tiranos de todos los tiempos son, según Kant: 1) fac et excusa, haz lo que sea y da explicaciones después; luego, en caso de que lo anterior no funcione, 2) si feciste, nega, niega que tú lo has hecho; y en todo caso, para debilitar la resistencia 3) divide et impera, trata a los que te acusan como enemigos y oblígalos a dividirse. Este último recurso incluye en el Perú acusar de diversos delitos a quienes trabajan por la verdad sobre la violencia. La acusación favorita es complicidad con SL. Los ayayeros de la autoridad tiránica, los que quieren dejar a sus hijos un recuerdo glorioso de un tiempo de violencia lleno de atropellos contra todo derecho, tienen que hacer callar a la justicia. Para eso empiezan atacando el Informe de la CVR, porque si este se sepulta bien hondo, si se deja de estudiar, si se ignora del todo en escuelas y universidades, entonces podrán pasar luego a desmoralizar al PJ, y –sueñan– podrán levantar un monumento glorioso encima del cerro de cadáveres y al pie de ese monumento celebrarán la santidad de todas las acciones de armas, la amnistía total.
El Informe contiene muchos valiosos estudios sobre el proceso político, militar e institucional del Perú contemporáneo. Sus conclusiones no son recetas fáciles ni indicaciones puntuales, son mandatos morales de autoconocimiento individual y colectivo. Significan, sobre todo, «atrévete a mirar lo que tu Estado ha hecho para que recapacites sobre tu deber de reformarlo». Resistirse a cumplir este deber es ser una persona moralmente atascada, enamorada de una vieja felicidad perdida, enferma de cólera contra todo lo que ha venido después, incapacitada para reconciliarse con la justicia que se abre paso. Otra cosa es leer críticamente el Informe. Está escrito adrede con un estilo seco, lleno de precisiones metodológicas, difícil de popularizar, porque está escrito para ser leído de manera crítica, sin simpatía fácil.
Hay que comentar el Informe para impulsar la realización de su tarea moral, hay que completarlo y profundizarlo con nuevos estudios, no contentarse con refrasear sus conclusiones. La reforma del Estado, en todos sus campos, y especialmente el de la seguridad, está atravesada por el debate sobre lo aprendido en las décadas pasadas. El Estado jerárquico ha caducado. La discusión abierta sobre las responsabilidades en que incurren los titulares de los cargos públicos y de las grandes inversiones es señal del ascenso de una nueva sociedad de igualdad de derechos.